EL DESNUDISMO
Nosotros hemos considerado siempre el desnudismo como una reivindicación de orden revolucionario.
Debemos añadir que es únicamente como medio individual de
emancipación que nos interesa. Lo que no quiere decir que no como
prendamos se practique la desnudez con un fin terapéutico o para
aproximarse a un estado de cosas “naturista”. Desde el punto de
vista individualista, la práctica del desnudismo es algo más que un
ejercicio higiénico que realza la cultura física.
Consideramos la práctica de la desnudez como: Una afirmación.
Una protesta. Una liberación.
Una afirmación. Reivindicar la facultad de vivir desnudo, de
desnudarse, de deambular desnudo, de asociarse entre nudistas sin
tener otra preocupación al descubrir el cuerpo que la resistencia
a la temperatura, es afirmar el derecho a la entera disposición de
la individualidad corporal. Es proclamar la indiferencia a las conveniencias, las morales, los mandamientos religiosos y las leyes
sociales que niegan al hombre o la mujer, con pretextos diversos,
disponer de las diferentes partes del cuerpo. Contra las instituciones societarias y religiosas que aseveran que el uso o desgaste del
cuerpo humano está subordinado a la voluntad del legislador o
del sacerdote, la revindicación desnudista es una de las manifestaciones más profundas de la libertad individual.
Una protesta. Reivindicar y practicar la libertad de la desnudez es
protestar, en efecto, contra todo dogma, ley o costumbre que establezca una jerarquía de partes corporales; que considere, por ejemplo, que la exhibición de la cara, las manos, los brazos, la garganta, es más decente, más moral, más respetable que poner al desnudo
parte de las nalgas, los senos o el vientre. Es protestar contra la
clasificación de las partes del cuerpo en nobles e innobles: la nariz,
por ejemplo, considerada noble, y el miembro viril sumamente innoble.
Es protestar, en sentido más elevado, contra toda intervención (legal o como sea) que exige que “no obliguemos a nadie” a desnudarse “si no le gusta”, y que nosotros estemos “obligados a vestirnos”,
¡si así conviene a otros!
Una liberación. Liberación de la vestimenta, de la sujeción de llevar una ropa que jamás ha sido ni puede ser otra cosa que un disfraz
hipócrita, puesto que la importancia se traslada a lo que cubre al individuo -por consiguiente, a “lo accesorio”- y no a su cuerpo, cuya
cultura, sin embargo, constituye lo esencial. Liberación de una de
las principales nociones sobre las que se basan las ideas de “permiso”, “prohibición”, “bien” y “mal”. Liberación de la coquetería, de
la pasiva aceptación de ese dorado marco artificial que mantiene la
diferencia de clases. Rescatarse, en fin, de ese prejuicio de pudor
que no deja de ser más que “la vergüenza del cuerpo”. Librarse de
la obsesión de “obscenidad” que actualmente cultiva el tartufismo
social.
Sostenemos que la práctica de la desnudez es un factor de “mejor camaradería”, de “compañerismo menos escaso”. Un compañero, o una compañera, nos es menos distante, más caro, más íntimo, solamente por el hecho de darse a conocer a nosotros sin segunda intención intelectual o ética, y más aún sin el menor disimulo corporal.
Los detractores del desnudismo nos dicen que la vista de lo desnudo, la frecuentación entre desnudistas de los dos sexos exalta el deseo erótico. En realidad, la “exaltación” erótica engendrada por las realizaciones desnudistas es “pura, natural e instintiva” y no puede ser comparada a la “excitación” ficticia producida por el semidesnudo, la ligereza del vestido galante y todos los artificios del tocado y los afeites de que se sirve la sociedad vestida, o a medio vestir, en que nos hallamos.
Sostenemos que la práctica de la desnudez es un factor de “mejor camaradería”, de “compañerismo menos escaso”. Un compañero, o una compañera, nos es menos distante, más caro, más íntimo, solamente por el hecho de darse a conocer a nosotros sin segunda intención intelectual o ética, y más aún sin el menor disimulo corporal.
Los detractores del desnudismo nos dicen que la vista de lo desnudo, la frecuentación entre desnudistas de los dos sexos exalta el deseo erótico. En realidad, la “exaltación” erótica engendrada por las realizaciones desnudistas es “pura, natural e instintiva” y no puede ser comparada a la “excitación” ficticia producida por el semidesnudo, la ligereza del vestido galante y todos los artificios del tocado y los afeites de que se sirve la sociedad vestida, o a medio vestir, en que nos hallamos.
(Texto publicdo en 1956, vale aclarar que Emile Armand alentaba
el amor libre y el desnudismo ya desde los años 20 y 30)
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